jueves, 12 de mayo de 2016

La obligada compañía del corredor en círculos. Aires de fiesta

11 de mayo de 2016


La grasa —como casi todo— se compone de carbono, hidrógeno y oxígeno. El carbono se transforma en dióxido de carbono —también llamado anhídrido carbónico o CO2—. El hidrógeno, en agua; y el oxígeno, en CO2 y H2O.

El 84% de la grasa que se elimina del cuerpo es exhalada en forma de CO2.

El 16% de la grasa restante se elimina en forma de orina, heces, sudor, lágrimas (?) y otros fluidos corporales que no voy a especificar.

Y no, no vale soplar mucho o muchas veces seguidas para metabolizar esa grasa. Ni se elimina sudando. Lo que se elimina en una sauna —o cuando le hacen a uno un Expediente de Regulación de Empleo— es agua, que se repone bebiendo. Hay que conseguir alterar la grasa y luego, sencillamente, respirarla.


Me he esforzado estos cuarenta y un días extirpando de mi rutina el ejercicio, la comida sana y la vigilia, pero lo he conseguido: he rebajado mis marcas atléticas exactamente a la mitad. Así que hago la mitad de flexiones y corro la mitad de tiempo.


¿Se puede clasificar la literatura —o la filosofía— en obesa o enjuta? ¿Por qué no? De hecho, se puede hacer desde antes de El Quijote, que, como sus personajes, pertenece a ambas. No cabe duda que los dos Enrique IV, Las alegres comadres de Windsor o La conjura de los necios es verbo grasiento. Y no tendríamos problemas en clasificar Hamlet o todo Wittgenstein como escritura flaca. Esto de lo liviano como espiritual y lo gordo como terreno está, claro, muy sobado. Daudet con Tartarín de Tarascón pretendía componer un don Quijote entrado en carnes. ¿Es Goethe enteco o rollizo? Hoy, corriendo al lado del río enorme y marrón —se ha desbordado dos veces— y sobre la hierba fresca me elevaba en efecto.