domingo, 16 de noviembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Ya eres un niño grande



16 de noviembre de 2014

Mitad de noviembre. Provincia, oscuridad, frío, lluvia, ¡domingo por la tarde! Salgo a correr ejerciendo un acto de voluntad pura contra mí mismo y, además, contra todos estos factores. Debo impedir que el domingo gane. Si fuera un niño probablemente me hubiera puesto a hacer los deberes.

Vivir la vida. Como si se pudiera vivir otra cosa. Los anuncios navideños empiezan a esparcir sus babas. Estas propagandas se basan en el argumento ontológico de San Anselmo (se enseña o demuestra a priori que la Navidad existe; si la publicidad puede concebir una Navidad es que hay una Navidad, la que ellos describen) o en un pleonasmo en bucle: la felicidad nos es proporcionada por los demás y nosotros debemos retribuirla con objetos, lo que a nuestra vez nos hará felices y se lo volveremos a deber... Veo la publicidad de la publicidad (!) de la Lotería Nacional de España. Este año no apela a la codicia más o menos abstracta, sino al odio, la envidia y, sobre todo, al miedo. El terror a ser pobre, además, en solitario. La atroz circunstancia de que personas conocidas se hagan con algunos bienes y lo menesteroso de tu existencia resulte aún más visible.

El amor en película (ya lo hemos comentado) se filma alrededor de un eje más o menos giratorio; la libertad, en amplios travellings. Con la felicidad la cámara se porta de forma más morosa, acercándose al personaje, que pone cara de bobo. Al final el contraplano es uno mismo. Que vive la vida. Los corredores son muy de vivir la vida. ¿Me siento más vivo corriendo? Me temo que sí. Es terrible. Bueno. Tanto el hombre en éxtasis como el que se ahoga levanta los brazos, dice Kafka.



En esto me ha convertido el capitalismo cleptocrático, el cine norteamericano y los anuncios de turrón: en un bebedor solapado y subrepticio que acude a actos culturales para disimular.




No hay comentarios:

Publicar un comentario