13 de marzo de 2014
Desasosegante semana de
verano. Estas bonanzas han de darnos que sentir. Bueno para la obra y para el
campo de todas formas, en el que dos días y sendas palizas me han librado de
dar carrerinas. Quería tener un sitio verde para pensar y con pocos pero doctos libros juntos escuchar con mis ojos a los muertos y tal, pero al final sólo voy a Villa Modorra para romperme la espalda y llenarme de polvo.
En la ciudad hoy vuelvo del río más o menos complacido, con mis
expectativas cumplidas, mis bronquios purificados y mis tegumentos estimulados,
satisfecho, casi contento… cuando me cruzo con dos chicas muy jóvenes y muy
guapas. Pequeñas. Como figuritas africanas de madera. Ambas llevan una bolsa de
plástico en la que imagino llevan su ropa y complementos de puta y artículos
para limpiarse las babas de sus clientes. Y se me acaba la felicidad. Y me doy
cuenta de que el mundo está hueco. Y de que no hacemos más que tirarnos bocados
unos a otros. Y de que todo es...
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