miércoles, 6 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Los lunes al sóleo



5 de noviembre de 2013


Todavía no había salido Sísifo por aquí. Me extraña. Aunque sus afanes sean más lineales que circulares viene muy al caso. Albert Camus, autor de quien es muy difícil leer bobadas, tiene una colección de escritos titulados con su nombre (con el nombre del rey de Corinto, no con el suyo propio, que también) en el que incluye un célebre capítulo hablando del suicidio.

Alargar, extender, prolongar, ampliar. Ah. Engrandecer, decíamos ayer. ¿Acaso hacemos otra cosa desde que nacemos? Evitando quitarnos de en medio, ¿no estamos dilatando la irrisoria (son sus palabras) costumbre de vivir? ¿Qué nos puede quitar las ganas de continuar con esta actividad? ¿En qué momento de lucidez vemos tan natural la vida como su ausencia? En cierto punto, cualquier cosa puede bastar para precipitar todos los rencores y todos los cansancios todavía en suspenso. Mientras tanto, pues cumplimos el castigo asignado por razones que se nos ocultan (hay muchas teorías sobre por qué se le sanciona, y no es la más repetida que a Sísifo se le impone su infinita e irónica tarea precisamente por su empeño en vivir).


Esta breve inquisición es porque estuve mirando (poco material tan tedioso como la literatura médico/deportiva) si conviene estirar o no los sóleos y los tendones y los glúteos y tal antes o después de correr. Unos dicen que sí: que antes y después. Otros que después; y otros que nunca o que da exactamente igual. Pues como todo. Y de ahí, a Sísifo y a lo demás. Sobre lo de correr: estoy subiendo la piedra media hora sin excesivo sufrimiento.












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