domingo, 7 de abril de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Operación Bikini (y II)



5 de abril de 2013


Continúo planteándome la moralidad de todo ejercicio. También sigo corriendo lo mínimo, pero ése es otro tema. Me cuesta mucho no hacer lo que dice Schopenhauer (véase la cita en la entrada de hace dos días) pero justo al revés. Es decir: tomar una verdad evidente (correr es bueno para mí), combatirla con gran violencia (¡lo que es bueno para mí son las cervezas, la televisión y las patatas fritas!) para, finalmente, reírme de ella (ja, ja, ja).

Lo ético está en lo feliz y lo feliz descansa en algo tan sencillo como que le siente a uno bien lo que le complace desempeñar. La desdicha, por tanto, residiría en:

1) que lo que le guste a uno hacer (atiborrarse y ver fútbol) le siente mal y/o

2) que lo que sea bueno para uno (el saludable atletismo) no le agrade nada llevarlo a cabo.


Ah, moralidad, compañera ingénita de la felicidad, esquiva y caprichosa puta, tullida y desfigurada fantasma… ¿Son viciosos todos los círculos menos los que se recorren en sudorosas agonías? ¿Es eso? ¿Eh? Contesta, cojones.







2 comentarios:

  1. Joer, Sr, Rodera, como siga robándome las palabras voy a enamorarme de usté ;)
    En mi caso una jodía hipoglucemia (por sumar un exceso de dieta con un esceso de correr) me ha dejado en el dique seco. Y comiendo papas fritas, ay de mí.
    Siga con sus reflexiones, pordiós!

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    1. El hígado es un órgano desconfiado, selectivo y caprichoso al que le encanta elegir para quemar lo que más joda a su dueño. Por eso hay que comer bien y de todo para que siempre tenga glucógeno para producir glucosa. ¿Qué le voy a contar?

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