jueves, 28 de marzo de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Devocionario



28 de marzo de 2013



Jueves Santo. Lluvia intermitente (claro), temperatura agradable. Salgo un rato y sudo hasta por los párpados. A la vuelta, gran cantidad de coches atascados por las procesiones.

Un resultado deportivo enormemente simbólico de hoy mismo entre dos equipos de Tercera División en León: La Virgen: 3 La Cultural: 0. Sí. Son fechas.


lunes, 25 de marzo de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Post tenebras spero lucem



25 de marzo de 2013




¡Slapst, slapst, slapst! Las zapatillas del corredor en círculos vuelven a chancletear sobre el cemento del invierno achaparrado y pluvial de la provincia. Círculos, en efecto. Repetimos paisaje y sucesos. Parece que no se soluciona el malentendido: la extraña y singular súplica que Dios entiende todos los años por Semana Santa es que llueva permanentemente sobre los papones*, que para eso tienen el capuchón a dos aguas. Bendecidos queden.
 
Hacía más de veinte años que no visitaba La soledad del corredor de fondo. Lo leo otra vez. A modo de expiación por no haber salido en diecinueve días, por enmendarle la cita del epílogo del libro (está en imprenta) a Luis Grau y porque tenía curiosidad por saber cuánto corría el muchacho. Seis kilómetros en las glaciales mañanas de Essex y ocho kilómetros en la catártica competición. Vaya. No quiero oír risitas. A mí me parece una distancia de la hostia.


“And I could hear the lords and ladies now from the grandstand, and could see them standing up to wave me in: "Run!" they were shouting in their posh voices. "Run!" But I was deaf, daft and blind, and stood where I was, still tasting the bark in my mouth and still blubbing like a baby, blubbing now out of gladness that I'd got them beat at last”.
Allan Sillitoe.
The Loneliness of the Long Distance Runner

Ya podía oír a los señores y a las señoras de la tribuna y les veía de pie, preparados para recibirme. ¡Corre!, gritaban con sus voces de pijos ¡Corre! Pero yo estaba sordo y pasmado y ciego; y me quedé quieto en el sitio, todavía saboreando la corteza que llevaba en la boca y todavía llorando como un crío, llorando esta vez de felicidad por haberles derrotado por fin.



Al final robaba y huía y rabiaba y todo porque se había muerto su papá. Esto era antes de que los realistas sucios ensombreciesen nuestras almas y prosas y cuando los cuentos todavía conservaban alguna moraleja.
Leo, miro fotos... Mis fotos. Corro con los hombros arriba y las manos tontas, igual que los tiranosaurios. Rígido. Con el tren superior tenso. Así que lo hago mal como fondista y soy la descojonación como velocista. Supongo que por eso no me siento solo (hablando de títulos perfectos pero engañosos: tampoco el portero siente ningún miedo ante el penalty). No me siento solo, repito. Es lógico, ya que no dejo a nadie atrás.

*En León a los disciplinantes o cofrades se les dice papones.



No son precisamente las fotos de las que hablaba, aunque también salgo yo. En estas no aprendo nada. Pero las coloco porque ahorran problemas de derechos en posteriores publicaciones y, sobre todo, para ver que hay cosas que cambian aunque otras retornen eternamente. Una pasarela sobre el Bernesga y su cartel antes (2007) y en la actualidad (2013)



jueves, 7 de marzo de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. A la cera perdida


6 de marzo de 2013

Afirmaba Lao-Tsé: El mejor corredor no deja huellas. No es mi caso. Si corriese sobre arcilla se me podría sacar un molde de las piernas hasta las ingles. Me rindo y salgo temporalmente del tartán. Séptimo día consecutivo que salgo y peor marca en meses. Me da hasta vergüenza ponerla. Ayer mentí parcialmente: no hay cambios; eso no es verdad. Estoy retrocediendo. Quizá estas perseverantes fatigas me estén mandando un mensaje. Sí. Mmmm… Podría ser: sé calmoso como el lobo. El lobo (en mi versión del famoso problema del barquero) espera a que le pasen el río con la oveja y la col, pero luego también espera, una vez en el otro lado y con gran astucia, a que la oveja se coma la col y (entonces sí) se come a la oveja, con más nutrientes. Quizá también el mensaje de este problema/fábula que me obsesiona y en el que me empeño en ver consejas ocultas es: evita ser la col.





martes, 5 de marzo de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Die Welt als Wille und Vorstellung



5 de marzo de 2013




Sexto día consecutivo de renuncias y entrenamientos. El progreso es increíble. Quiero decir que es increíble que no haya NINGÚN progreso en absoluto. Al contrario. Me duelen las piernas, respiro fatal y aguanto cada vez menos. Hoy se juega la vuelta del Madrid-United y no descarto empezar ya un descanso y tomarme nueve cervezas.

He salido por la mañana y, al poder discernir formas y objetos, reflexiono sobre cómo León se ha convertido estéticamente en una ciudad post-industrial. Tiene cierto mérito, ya que no ha tenido nunca industria. Fúnebres muretes de hormigón, inquietantes barrios vacios, agujeros, porquería, fachadas discontinuas, revoques que se desploman, pintadas, olor a pis, callejones sin salida, túmulos, solares, cemento desmigajado… lo que aconsejaría El Libro Blanco de Arquitectura de la Franja de Gaza. E irá a peor.







Compro leotardos, escribo libros, me saco retratos… No corro una mierda, pero gasto gran cantidad de energía en estos actos colaterales o periféricos.

Foto de José Ángel Díez libre (aunque no lo parezca) de Instagrams,
Picmonkeys
y otras marcas de Caín





lunes, 4 de marzo de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Principio de razón suficiente



3 de marzo de 2013

Me gustan los animales en general y los perros en particular. Los perros me agradan (naturalmente) mucho más que las personas. Bien es cierto que carecen de sentido del humor, pero (y eso no se lo agradecemos lo suficiente) nunca se les ocurre afirmar lo contrario.
En las amplias entradas hacia la orilla del río se forman habitualmente tontos tapones por aluvión con dueños de chuchos normalmente apollardados (los dueños, digo) que se juntan como los pelos en los desagües o las pelusas debajo de los muebles. Al correr yo siempre solo no sé si puedo hablar al mismo tiempo. Aconsejan que sí, que uno debe poder hablar e incluso que sería aconsejable (supongo) decir cosas ingeniosas mientras se trota. Hoy en una de esas encrucijadas se me enredan tres perros en las piernas y compruebo que, si no charlar, sí puedo proferir interjecciones y blasfemias perfectamente oxigenadas a la vez que corro.

Post scríptum: hago los cinco kilómetros en veinticinco minutos. Diez minutos menos que ayer. No era eso. Día cuarto de cenicienta mortificación. Amén.






sábado, 2 de marzo de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Lejos y sombras



2 de marzo de 2013



Día tercero en ayunos y penitencias. No progreso gran cosa (treinta y cinco minutos y cinco kilómetros). Las diez jornadas de zanganeo y opiparación se cobran su mezquino tributo. Parece increíble pero cada vez se ve menos. Últimamente me cruzo en la pasarela al sur de la plaza de toros con una prostituta de color que se maquilla a la luz de las farolas. No sé cómo lo consigue. Ni siquiera sé cómo encuentra la avenida Sáenz de Miera. Supongo que porque conoce el camino (como yo mismo) de verlo por las mañanas. A la vuelta miro los carteles: no se hacen fotocopias, no se da cambio,
no se permite, no se limpia, no se sirve, no se sonríe… Joder, qué ciudad.





viernes, 1 de marzo de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Hambre violenta

1 de marzo de 2013


Estas fases de acendramiento y carpanta convierten un trozo de pan y un plátano no ya en manjar sino en golosina. Como en la fábula de Esopo El abogado y las peras; solo que en este caso le he dado una patada al cesto y luego he mirado las peras con melancolía. De hecho miro con melancolía hasta el fango.




acendrar.
(De cendrar).
1. tr. Depurar, purificar en la cendra los metales preciosos por la acción del fuego.
2. tr. Depurar, purificar, limpiar, dejar sin mancha ni defecto.


carpanta.
1. f. coloq. Hambre violenta.
2. f. Sal. Galbana, flojera.




No, hoy tampoco moveremos el bigote